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Desde el 24 de diciembre, los días minuto a minuto empiezan a ser más largos hasta llegar a la noche de San Juan, la noche más corta del año. ¿Esto qué implica? Más horas de luz solar, y por tanto, todos los profesionales sanitarios intentamos ponernos de acuerdo en concienciar a toda la población en la importancia de protegerse de las radiaciones solares. Dedicaremos varios post a explicar muy detalladamente la importancia para todo el mundo de cuidar nuestra piel del factor físico que más la agrede, el sol. Pero, por supuesto, una piel con algún tipo de problema, como es la dermatitis atópica, rosácea, psoriasis, o cualquier patología en la piel tiene que poner muchísimo más hincapié en estos cuidados.
Colores de piel según la época y la moda
A lo largo de la mayor parte de la historia, el tener una piel blanquecina era un símbolo de distinción entre las clases altas, la aristocracia y familias reales (de ahí el origen del término ‘sangre azul’, ya que al tener la piel tan pálida dejaba ver las venas azules). Todo este tipo de personas siempre andaban resguardándose del sol bajo sus sombrillas y sombreros, procurando que ni un solo rayo del astro rey tocase por casualidad centímetro alguno de su piel.
Por el contrario, las clases más bajas solían tener una piel tostada la mayor parte del año, debido a que la mayoría de ellos realizaban su trabajo a la intemperie y bajo el radiante sol, sin llevar protección ni tener ningún cuidado de la piel.
A principios del siglo XX los avances en la ciencia hicieron conocer los numerosos beneficios terapéuticos que tenía el sol sobre la salud y muchos fueron los médicos que comenzaron a recomendar a sus pacientes tomar ‘baños de sol’ y así combatir numerosas enfermedades (entre ellas la anemia, la depresión, refortalecimiento óseo, etc.).
A pesar de los múltiples beneficios que aportaba el sol, los miembros de la alta sociedad continuaban resistiéndose a que su piel fuese bronceada y dejaba esto para las clases más bajas y los enfermos (bajo prescripción médica).
Pero llegó un momento en el que, de la noche a la mañana, se decidió que el estar pálido y tener una piel blanquecina ya no resultaba atractivo, poniéndose de moda entre los círculos más exclusivos la piel bronceada por el sol, algo que, a la par de saludable, resultaba visualmente hermoso. Fue durante los años 20, una época que marcó tendencia entre lo que estaba de moda y lo que ya lo había dejado de estar. Dos son las mujeres señaladas como precursoras de la piel bronceada: Coco Chanel y Josephine Baker.
Por una parte la historia que relaciona a la famosa diseñadora y la popularización del bronceado es la anécdota que explica que, tras regresar a París de unos días de vacaciones realizando un crucero por el Mediterráneo llegó con la piel tostada por el sol. En aquellos momentos, Coco era una de las personas que marcaba tendencia y absolutamente todo lo que hacía, diseñaba o decía se ponía de moda entre la población de un día para el otro. Esto hizo que el estupendísimo bronceado que lucía Coco Chanel fuera imitado por la legión de seguidoras que tenía.
La primera protección solar
El origen de la primera crema de protección solar surgió a raíz de la Segunda Guerra Mundial, en la que los soldados destacados en el Pacífico sufrían todo tipo de quemaduras en la piel causadas por sus largas jornadas expuestos al sol.
Fue entonces cuando, en 1944, el farmacéutico Benjamin Green descubrió que la parafina (extraída del petróleo) creaba una fina capa que, aplicada sobre la piel, evitaba que los rayos ultravioleta la traspasasen y quemasen.
Desde entonces mucho ha evolucionado la industria de las cremas solares, las cuales ya no solo están pensadas para evitar quemaduras solares, sino que cada vez son más seguras y adecuadas para la protección ante el riesgo de contraer un peligrosísimo cáncer de piel.
En esta evolución de la industria o, me atrevería a decir, revolución (muchos son los actores que intervienen en la industria), me siento responsable de reivindicar y explicar que no todos los protectores solares valen, que un protector solar no es importante sólo por el numerito que marketing ha puesto en el envase, y que son muchos los datos que tenemos que considerar a la hora de elegir comprar uno u otro.
Elegir un protector solar
Como es un tema que me apasiona, y que considero de primera necesidad para cuidar nuestro organismo, voy a explicarlo muy detalladamente en varios artículos para exponer mi criterio a la hora de comprar los protectores solares.
La primera barrera que se encuentran los rayos ultravioleta es la capa de ozono, la cual evita que traspasen ciertos tipos de rayos altamente perjudiciales para nuestra piel.
El segundo escudo de protección, ante la agresión del sol, la realiza (como ya he comentado) nuestro propio organismo, gracias a una mayor producción de melanina.
Cuando la radiación solar llega a la piel, a las células de la capa más externa de ésta que se llaman queratinocitos, y estos son atacados, les dicen a otras células de la piel: «¡Oye, me están atacando!». ¿Pero, a qué células de la piel les dice esto? A las células de Langerhans, que son las propias del sistema inmune y al melanocito. El melanocito es un tipo de célula de la piel que responde sintetizando melanina, haciendo que nos pongamos morenos.
Las células de Langerhans, antes de que yo me queme, ya están muriendo, por tanto, estamos eliminando la defensa natural de nuestra piel. Aquí esta un dato clave, yo quiero un protector solar que proteja de una manera especial mi sistema inmune. Hay marcas en el mercado que hacen esto, protegen nuestro sistema inmune.
En miles de ocasiones nos escucháis decir a los profesiones de la salud: “la piel tiene memoria y todo el daño que le hagas, ahí se va quedando”. Las células de Langerhans no son infinitas, se reponen en la médula ósea, pero llega un momento en que se terminan, y cuando se agotan ya no se puede hacer nada por recuperarlas. Por tanto, hay que cuidar el capital solar.
¿A que llamamos el capital solar? A todo lo que ayuda al organismo a cuidarnos de la radiación solar. Nuestro cuerpo tiene un sistema de antioxidantes brutal, y a este sistema hay que sumarle todos los antioxidantes que tomamos por vía oral, como la vitamina E, los carotenoides, la vitamina C. Es decir, que para empezar, este capital solar del que hablamos está formado por nuestro sistema de antioxidantes, nuestros melanocitos, y nuestras células de Langerhans.
Los mejores protectores solares serán aquellos que cuiden nuestro capital solar y además proteja del mayor número de radiaciones solares. En mi próximo post os hablaré sobré los protectores solares y en qué debemos fijarnos para escoger el adecuado para una piel con dermatitis atópica en verano
Dra. Beatriz Collado
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