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La piel es el órgano más grande que tenemos en el cuerpo, ya que rodea toda la superficie corporal. Al igual que ocurre con los demás órganos del cuerpo, la maduración se produce de forma paulatina desde el nacimiento hasta la vida adulta.
Funciones de la piel
La piel ejerce algunas funciones que son muy importantes para mantener el equilibrio interno. Es una barrera para la pérdida de agua, así como para la entrada de gérmenes. Regula la temperatura corporal y también protege frente a los rayos ultravioleta.
Diferencias con la piel de los adultos
El espesor de la piel de los recién nacidos y de los bebés pequeños es aproximadamente un 20% el de una persona adulta. Eso justifica el hecho de que se absorban con mayor facilidad las sustancias a través de la piel y que sea más frecuente la deshidratación y la pérdida de agua que en el adulto.
La capacidad para regular la temperatura es peor en los niños pequeños. Por eso los cambios bruscos de temperatura son peor tolerados a menor edad.
La reactividad de los vasos sanguíneos es superior y por eso observamos en más ocasiones cambios en la coloración cutánea como el enrojecimiento o la palidez.
El menor grosor de la piel la hace más susceptible a la infección y a la entrada de gérmenes a través de las heridas. Además, las actividades infantiles exponen con mayor posibilidad la piel, y los traumatismos y las pequeñas heridas están a la orden del día. La función de barrera menor facilita la deshidratación y la sequedad cutánea así como la vulnerabilidad a las agresiones.
Esa mayor exposición también queda patente en referencia a la exposición solar. Algunos autores afirman que aproximadamente la mitad de la radiación solar que recibiremos en nuestra vida la hemos acumulado antes de los 18 años. Teniendo en cuenta que el daño celular tiene “memoria”, la probabilidad de sufrir a largo plazo un melanoma puede tener relación con esa menor capacidad de la piel infantil para defenderse y para producir melanina y de la mayor exposición solar que se produce a estas edades.
En la higiene diaria, algunos jabones y sustancias pueden resultar más abrasivos, debido al diferente pH.
La maduración de la piel en la pubertad
Aunque a los 4 años, los cambios en la piel de los niños ya son considerables, no será hasta aproximadamente los 12 años –o el momento de la pubertad- en los que la estructura y las funciones de la piel se consideran similares a los del adulto. Las glándulas sebáceas suelen acabar de desarrollarse coincidiendo con los cambios hormonales propios del inicio de la adolescencia.
Las glándulas sebáceas, debido a la acción hormonal aumentan la secreción de sebo, especialmente en algunas zonas del cuerpo como son la cara, los hombros o la espalda, dando origen al acné.
Todas estas características descritas determinan que los cuidados de la piel infantil deban ser superiores a los que aplicamos a la piel del adulto, teniendo en cuenta la especial vulnerabilidad en las primeras edades de la vida.
Dra. Amalia Arce
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