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En el momento de ir a adquirir un cosmético es probable que hayas observado en su etiquetado una clasificación. Ésta suele ser según los tipos de piel al que esté destinado: piel normal, piel seca, piel grasa, piel mixta, piel sensible, etc.
Por esto, no es raro qué te hayas planteado qué tipo de piel tienes o incluso hayas consultado con un dermatólogo con este fin.
Sin embargo, te sorprenderá saber que no existe una clasificación de los tipos de piel cómo tal. Ni a lo largo de la carrera de Medicina, ni en los textos de la especialidad de Dermatología, se incluye una clasificación científica de este tipo. La realidad es que no existen dichos tipos de piel.
La piel del rostro, por ejemplo, tiene zonas más grasas y más secas en todas las personas. La zona centrofacial es más rica en glándulas sebáceas que la periferia de la cara y por eso suele presentar más brillos. Una misma persona experimentará una piel más grasa en ciertos momentos de su vida (adolescencia) y más seca en otros como por ejemplo en la vejez.
La situación de la piel también puede variar de acuerdo al momento hormonal: no será igual durante el embarazo que en la menopausia. Con el paso de los años todos perdemos calidad en el manto lipídico que recubre nuestra piel y por tanto es normal catalogar a esa piel como “piel seca”. Esto, sin embargo, no es tanto un tipo de piel como una característica intrínseca al propio envejecimiento, una característica, de la misma manera que una persona adolescente tendrá la piel más grasa.
La piel sensible
En ocasiones se habla también del concepto de piel sensible. Tradicionalmente hemos considerado esto más que algo patológico una percepción subjetiva. La piel sensible no era catalogable ni diagnosticable desde un punto de vista médico hasta que en 2017 un grupo de expertos establecieron unos criterios que podían diagnosticarla con mayor precisión. De esta manera se describió el concepto de piel sensible o reactiva como una sensación de incomodidad y molestia en la piel causada por circunstancias que normalmente no la provocarían.
Además es importante que esas molestias no estén justificadas por alguna otra enfermedad cutánea como la rosácea, la dermatitis atópica, la urticaria o el propio acné. Parece que la piel sensible podría estar relacionada con defectos en la barrera de la piel, mayor exposición de algunas terminaciones nerviosas y activación o aumento de número en ciertos receptores implicados en la sensibilidad al calor y al dolor. Las sensaciones de la piel sensible pueden desencadenarse por cambios de temperatura o roce con ciertos tejidos; pero sin duda la causa más importante son los cosméticos.
Por este motivo una persona con piel sensible debe usar productos con escasos perfumes y conservantes hipoalergénicos. Los protectores solares que utilicen deben tener un predominio de filtros físicos inorgánicos/minerales frente a los químicos/ orgánicos pues estos tienen una menor frecuencia de irritación y causar alergias.
Tipos de piel según el color
Por otro lado. la piel puede clasificarse según su color. Existen seis tipos y se establecieron en función del color de la piel, los ojos, el pelo y la probabilidad de dicha piel de sufrir una quemadura solar tras la exposición solar.
Los fototipos más claros, característicos de personas con pelo rubio/pelirrojo y ojos claros (fototipos I y II), tienen un riesgo mayor de padecer cáncer de piel que el resto. Esto es debido por contener menos pigmento en la piel, siendo más susceptible de quemarse y de acumular daño causado por el sol a lo largo de los años, pudiendo desembocar en un cáncer de piel.
Los fototipos oscuros (fototipos III-VI) por otro lado tienen mayor tendencia a desarrollar manchas, algunas de ellas fruto de la exposición al sol y otras consecuencias de la inflamación de la piel. Algunas de estas dejan una hiperpigmentación que llamamos postinflamatoria.
Tanto para unos como para otros, aunque los motivos no sean exactamente los mismos, es importante el uso de fotoprotección.
Lorea Bagazgoitia
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